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EL CONSUMO DE ANIMALES

Lo bueno, lo malo, lo horrible.

Pollos

 

 

¿Lo bueno?

Vivimos en una sociedad culturalmente carnívora, donde es «natural» alimentarse a base de animales y sus derivados. Apenas nacemos heredamos este tipo de alimentación, así como una religión y un equipo de fútbol. A cada paso nos topamos con restaurantes, confiterías y parrillas que cuentan con una amplia mayoría de platos con carne en su menú y en todo ambiente que circulemos, ya sea estudiantil, profesional o religioso, podremos encontrar muy arraigada esta práctica. A su vez, nuestras carnes son un orgullo nacional, cuentan con un amplio prestigio mundial y afuera cobran cada vez más adeptos a medida que las locas vacas europeas son sacrificadas, literalmente descartadas.

Con semejante panorama, no es difícil comprender que el consumo de carne no juega sólo un papel nutricional en la vida de nuestro país, sino también social. Los asados se convierten en espacios adecuados para encuentros domingueros, y las infaltables hamburgueserías se tornan cálidos puntos de reunión, con peloteros, juguetes y festejo de cumpleaños incluidos. A ningún argentino decente se le ocurriría cuestionar esta costumbre, nuestros padres y abuelos lo hacían, nuestros gauchos lo hacían ¿no?

Lo malo

Mientras cada vez se encuentran más perjuicios para la salud que están relacionados con el consumo de carne y sus derivados (como cáncer de colon, diabetes, hipertensión, infartos, impotencia sexual y alergias infantiles por citar sólo algunos ejemplos), a la par se descubre constantemente nuevos beneficios y propiedades curativas de las dietas basadas en frutas, verduras, cereales y otros alimentos de origen vegetal. además, los alimentos cárnicos son ricos en grasas, aliadas del sobrepeso y la obesidad; mientras que la nutrición vegetariana permite mantener un peso ideal para cada cual sin necesidad de someterse a escuálidas y peligrosas dietas.

Pero las contras no vienen sólo por el lado de la salud, el problema moral inherente al consumo de carne es también un tema serio que merece un análisis profundo. Un tipo de alimentación violenta (esto es, en la que se mata sin necesidad) repercute en el carácter y facilita la pérdida de sensibilidad ante actos tremendamente crueles como la caza y pesca deportiva, el egoísta encierro en zoológicos y acuarios, la tortura dentro de laboratorios y en fiestas populares, y las caprichosas modas basadas en cuero y pieles naturales. Se entiende que existe relación entre el maltrato a los animales y la violencia hacia las personas. León Tolstoi decía: «Donde existan mataderos, habrá campos de batalla». Por algo el mismísimo Tolstoi junto con otros grandes pensadores y lideres espirituales como Jesús, Buda, Gandhi, Krishnamurti, Paramahansa Yogananda, Einstein, Nietzche, Bernard Shaw y Bob Marley se abstuvieron de comer carne, pregonando a favor del vegetarianismo como vehículo para lograr auténtica ecuanimidad con el entorno.

Mientras millones de personas mueren de hambre en el mundo, se derrocha gran cantidad de alimento altamente nutritivo en abastecer al ganado, el cual produce una pobre cantidad de calorías por cantidad de alimento consumido.

Los cánones culturales señalan al consumo de carne como una cuestión de status social, y en un país netamente ganadero como la Argentina, llega a tener cierto tinte patriota. Esto, en países con emergentes índices de pobreza, sólo genera mayores divisiones y tristezas. Los alimentos vegetarianos son más baratos y rendidores, sin embargo se aspira a comer carne todos los días, lograr costearse el pavo de fin de año y otras excentricidades superfluas; e inevitablemente sufren si no lo logran. La eterna lucha de clases entre el caviar y la mortadela.

Por último, el carnivorísmo es una actividad anti ecológica que no sólo contamina corazones y suelos sino que además promueve la deforestación y la sobrepesca entre otras cosas, continuando el círculo de agresión hacia los animales y el medio ambiente.

Lo horrible

Millones de animales mueren en manos del negocio alimenticio cada año. En la industria agropecuaria, los animales, luego de ser incómodamente transportados, padecen mil y una barbaridades dentro de los mataderos. En algunos casos, el número de animales es tan elevado que el personal no puede desempeñar su labor normalmente, resultando en personas lastimadas y animales que atraviesan los procesos de despellejamiento y desmembramiento aún conscientes. La tarea de convertir animales en comida es tan terrible (se dice que si los mataderos tuvieran paredes de vidrio, todos seríamos vegetarianos) que llama profundamente la atención cómo los empleados deben ser constantemente reemplazados. Aquellos que han presenciado la faena de caballos, aseguran que es un espectáculo dantesco. Un capítulo aparte merecen las «factory farms» o granjas industriales, donde además de los padecimientos anteriormente citados debemos agregar mutilaciones (de pico en aves y rabo en cerdos), condiciones antinaturales, hacinamiento y suministro de toda clase de drogas.

En la industria pesquera, donde se mata peces a troche y moche como si el océano fuera una inagotable fuente de recursos, cantidad de animales mueren ahogados accidentalmente en redes tras una lenta, lentísima agonía. Entre estos animales podemos encontrar peces sin valor comercial, mamíferos marinos, aves y tortugas. A veces, los animales caen incidentalmente en las redes como sucede con los delfines durante la pesca de atún. Lo que no sirve, por supuesto, se tira al mar.

En algunos lugares, hombres adinerados, dominados por sus voraces y egoístas paladares, fomentan el negocio de la llamada «carne exótica», es decir, carne de animales salvajes como gorilas, chimpancés y elefantes; debilitando poblaciones ya severamente golpeadas por otros nefastos comercios (léase captura para zoológicos y laboratorios, industria del marfil, etc, etc. etc). En el mismo plano podemos ubicar la cruenta caza comercial de ballenas, las atrocidades cometidas en el negocio de aleta de tiburón, en la elaboración de foie gras y la cocción de las langostas.

Por: Facundo Moyano

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