Las reacciones alérgicas son probablemente el problema más difícil de predecir cuando se trata de la seguridad en los alimentos para el consumo humano. Esto hace virtualmente imposible el garantizar que los alimentos nuevos, inclusive los alimentos modificados genéticamente, o alimentos «GM» ( por sus siglas en inglés), no causan alergias. Este problema cuesta cientos de millones de dólares a las compañías que intentan introducir en el mercado estos nuevos alimentos. Pero quizás el verdadero costo, mucho más elevado, los pagan quienes pasan hambre en todo el mundo al no consumir estos alimentos que terminan siendo desechados.
La situación en cuestión involucra la introducción de posibles alérgenos en los alimentos GM. En septiembre del 2000, se descubrió que varios productos a base de maíz, como tortillas duras para hacer tacos y tortillas regulares, contenían maíz StarLink, una variedad modificada genéticamente y aprobada únicamente para la alimentación de animales. Al igual que otras variedades de maíz GM, StarLink contenía un elemento de información genética de una bacteria, conocido como el gene Bt, el cual a su vez contiene la información de una proteína que mata insectos. Pero el gene en StarLink fue modificado de tal manera que la proteína fuese digerida más lentamente en el aparato digestivo de la plaga, haciéndolo un pesticida más efectivo.
La modificación también parecía hacer que la proteína fuese menos digerible en los humanos, lo que demoró que la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA) aprobara el StarLink para consumo humano. Aunque no hay un método de análisis definitivo para determinar las propiedades alergénicas, la digestión lenta es una pauta usada por las agencias reguladoras para identificar posibles alérgenos. Una vez detectada, las agencias exigieron que las compañías llevaran a cabo más pruebas a fondo antes de aprobar este producto para el consumo humano, pero sí lo aprobaron como alimento de animales.
Cuando el maíz fue encontrado más tarde en alimentos para humanos, los alimentos que contenían maíz GM fueron retirados del mercado, hasta que se hicieran más pruebas. En junio del 2001, los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos dieron a conocer una investigación sobre aquellos individuos que dijeron haber tenido reacciones alérgicas a causa de alimentos que contenían maíz. No se encontró evidencia de que las reacciones alérgicas fueran causadas por el StarLink o que los alimentos causantes tuvieran ese tipo de maíz. Además, un grupo de asesores científicos, designado por la EPA, concluyó, en base a los análisis realizados por las compañías, que «hay una ‘mediana posibilidad’ de que la proteína StarLink sea un posible alérgeno y que, dados los bajos niveles de StarLink en la alimentación estadounidense, hay una ‘baja probabilidad’ de reacciones alérgicas en la población expuesta al maíz.»
La cantidad de StarLink en el abastecimiento de alimentos estaba muy por debajo de los niveles -1% a 40% de proteína- usualmente requeridos para sensibilizar a individuos. La proteína Bt en StarLink era de sólo ~0.3% en granos de maíz y en un porcentaje mucho más bajo en tortillas duras para tacos ya que para entonces el StarLink era sólo 0.3% del abastecimiento de maíz en los Estados Unidos. Puesto que sería necesaria la exposición a largo plazo en humanos para determinar el desarrollo de problemas causados por maíz StarLink como alérgeno, si acaso llegara a causarlos, la probabilidad de causar reacciones alérgicas hoy día es muy baja. La semilla del maíz StarLink no se vende más y su presencia en el abastecimiento de maíz en Estados Unidos está disminuyendo.
Una lección importante aprendida de todo esto es que es muy difícil por ahora asegurar la segregación total de cultivos que se siembran en grandes extensiones de tierras, como maíz, soya y trigo en Estados Unidos. La compañía que creó el StarLink aprendió esta costosa lección y afortunadamente el incidente ocurrió antes de que los consumidores realmente estuvieran expuestos a riesgos de salud.
Pero la compañía no fue la única que tuvo que encarar las consecuencias. Dos resultados lamentables de esa situación ocurrieron el año pasado. En uno de ellos, la misma compañía que produjo el maíz StarLink creo una variedad de arroz tolerante a herbicidas. Confiados en que la EPA lo aprobaría, la compañía llegó a acuerdos con agricultores para que cultivaran el arroz. Más tarde, se cosecharon más de cinco millones de libras del arroz, pero la aprobación se demoró y el arroz tuvo que tirarse en basureros públicos en vez de usarse para alimentar a lo que podrían haber sido decenas de miles de personas hambrientas. La compañía no quiso correr el riesgo de demandas legales relacionadas con el consumo humano de variedades GM.
Segundo, se encontraron pequeñas cantidades de StarLink en unas 10,500 toneladas de maíz enviado a Zimbabwe como alimentos para los que sufren de hambruna. La intención era alimentar al pueblo de esa nación que sufre de una carencia grave de comida a raíz de una sequía severa. Alertado de la presencia de StarLink en los alimentos donados, el gobierno de Zimbabwe rechazó el maíz estadounidense.
No importa quién haya tomado estas decisiones o cuáles hayan sido los motivos, es imposible imaginar que cualquier consecuencia adversa que pudiese presentarse al comer maíz que haya sido mezclado en cantidades mínimas con StarLink, o arroz diseñado para tolerar herbicidas, podría ni siquiera compararse con las consecuencias de no tener suficientes alimentos para sobrevivir.
Desgraciadamente, algo anda muy mal cuando tanto grano tiene que tirarse o rechazarse, en vez de comerlo sabiendo que ¡tanta gente desesperadamente trata de alimentarse!
Peggy Lemaux es especialista en biotecnología con la División de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California en Berkeley.
Por Peggy G. Lemaux, Ph.D.Contacto: Peggy Lemaux
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