En una edición anterior tratamos el tema del amor maternal en los animales, pero no son las madres las únicas que se encargan de la crianza de su descendencia y se sacrifican por ellos. A continuación presentamos distintos ejemplos del amor paterno en la naturaleza que van desde los peces hasta los primates.
Una vez que la rana marsupial australina ha puesto sus veinte huevos, ha terminado su trabajo. De acuerdo a Frank Lemckert, un investigador australiano, la hembra se encamina entonces a “hacer lo que le venga en gana, y tal vez encontrar otro macho y poner más huevos”. Pero el macho es quien se queda con todo el trabajo de crianza de sus hijos. Durante un período de varios días cría los huevos hasta convertirlos en pequeños renacuajos. Entonces los renacuajos se deslizan hasta dos pequeños orificios situados en la cadera de su padre que comunican a las bolsas de crianza. Dentro de las bolsas los renacuajos vivirán de las yemas que sobraron durante su crianza. Salen de las mismas en unas semanas transformadas en ranas bien formadas.
En el agua, los hipocampos machos tienen una relación todavía más cercana con sus hijos. Sorprendentemente los machos de esta especie sobrellevan algo muy parecido a un embarazo. Ellos llevan a los embriones, que tienen una conexión muy directa con el cuerpo del macho. Durante la concepción, la hembra deposita sus óvulos en la bolsa del macho. Entonces él es quién desarrolla una relación casi placentaria con sus hijos. Esta conexión transporta oxígeno los pequeños y elimina los desechos que estos producen.
Algunos padres deben incluso ponerse a dieta por sus hijos. Los pingüinos emperador, unas de las especies más grandes de estos animales, deben verdaderamente sacrificarse por ellos. En este caso son los padres quienes cuidan y empollan los huevos mientras que las madres van hacia el mar para alimentarse.
El macho pasa más de dos meses incubando los huevos durante el duro invierno de la Antártica, acurrucándose junto con otro machos para conservar calor y energía, además de sentirse acompañados. Para prepararse para esta tarea el macho se llena de comida durante el período anterior para engordar hasta 40 kilogramos. Es que durante el tiempo que permanezca sentado (unos 2 meses) no podrá alimentarse y perderá la mitad de su peso corporal. Durante todo ese tiempo sostendrá los huevos sobre sus pies y los cubrirá con su bolsa de crianza (un rollo de piel y grasa) para protegerlos del frío extremo. Luego de esos 60 días la madre volverá y entonces el padre le pasará el huevo a ella, que lo cuidará para que el macho vaya al mar a alimentarse. Luego ambos cuidan de los pequeños hasta que son lo suficientemente grandes para alimentarse por si mismos. Una de las cosas más sorprendentes de los pingüinos es que si el pequeño nace antes que la hembra vuelva el macho puede producir una sustancia (parecida a la leche coagulada) para alimentarlo.
Los lobos viven en jaurías que se parecen bastante a las familias humanas. Cuando la madre da a luz el padre hace guardia fuera de la guarida y trae comida para alimentar a la familia. Cuando los pequeños crecen el padre juega con ellos para enseñarles habilidades claves para la supervivencia.
Pero los padres más sorprendentes los encontramos entre los primates. Los monos macacos japoneses comparten sus deberes paternales con las madres. Los padres frecuentemente llevan a los bebés en sus brazos y lo protegen de los enemigos. Los babuinos machos cuidan de sus bebes mientras la madre sale a buscar comida. Es incluso posible que los babuinos adopten a bebés huérfanos para cuidar de ellos. En el año 2003 se culminó un estudio de tres años en una comunidad de babuinos en su ambiente natural en Kenia. Este estudio revela que los padres babuinos protegen a sus hijos y se ponen de su lado en las disputas que pueden surgir en la comunidad. En este estudio la duda de los investigadores radicaba en como podían saber los padres babuinos quienes eran sus hijos, dado que estos animales no son monógamos y la misma hembra puede tener varios compañeros. Los descubrimientos fueron sorprendentes, revelando que pueden llegar a identificar a los hijos por su parecido fijo, algún olor en especial, o incluso tener si lograron monopolizar la atención en la madre en sus días fértiles previos al embarazo!
Por Marcela Capobianco
Fundadora de la filial de la Unión Vegetariana Argentina Bahía Blanca,
docente de la Universidad Nacional del Sur y activista por los derechos de los animales
Publicado en la revista El Vegetariano Vegano N° 21