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El vegetarianismo visto por un devoto de Bhagavan Sathya Sai Baba

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«El cuerpo y la mente están estrechamente interrelacionados, y ambos se sustentan con el alimento. Por lo tanto el alimento tiene un considerable impacto en el carácter y el destino del individuo. Según sea el alimento, así será la mente; según sea la mente, así será el pensamiento; según sea el pensamiento, así será el acto. El alimento puro y moderado es el único capaz de mantener a la mente estable y concentrada por completo en el Alma, la cual debe ser objeto de contemplación si deseamos alcanzar la paz interior».

Baba

Hace muchos años mi entonces esposa sufrió una dolencia que la llevó a seguir una dieta macrobiótica muy estricta. La acompañé en este cambio, un poco por solidaridad y otro poco por curiosidad, y ambos conocimos de cerca las bondades de una dieta equilibrada. Dejamos de comer muchos tipos de carne, especialmente la de cerdo, vaca, pollo, e incorporamos muchas cosas a nuestra alimentación familiar, como ser un poco de pescado, algas, cereales integrales, frutos secos, etc. No fue fácil desapegar a nuestros 3 hijos en edad escolar de las gaseosas, el azúcar refinada en cantidad, panchos, ‘chisitos’, milanesas, y tanto más. Pero entre todos lo hicimos, paso a paso, sin forzar a nadie. Mi naturaleza inquisitiva y virginiana hizo que leyera con atención a Tomio Kikuchi, Georges Ohsawa, Michio Kushi, y otros no tan conocidos de esa cosmovisión (ya que esto es la Macrobiótica y no, como se piensa, una dieta más o menos milagrosa).

Fue el primer paso. Poco después conocimos a quien fuera – y lo sigue siendo – nuestro maestro espiritual, Bhagavan Sri Sathya Sai Baba.

Fue tal el impacto que nos produjo su aparición en nuestras vidas, que no hesitamos en aplicar todo lo que pudimos de sus enseñanzas. Ya no analicé tanto, y simplemente tomé al pie de la letra sus palabras, como la ‘Voz del Sadguru (guru máximo)’. Ahimsa, la No Violencia, entre otras muchas.

Pero no estaba prestando atención realmente: al igual que todos los Maestros, nos dice una y otra vez: “No crean lo que les digo, experiméntenlo.” Pero es tan lindo y tan fácil tener un súper papá que nos diga qué hacer sin tener que pensar…Sobre todo cuando aceptamos sin más que se trata de un Purna Avatara (Purna: pleno, completo; Avatara: «descenso». Encarnación de la conciencia divina en el mundo), y nos encandilamos con los milagros y las sincronicidades (1) que comenzaron a sucederse (¿o a lo mejor uno está más atento…?)

Dejamos de comer todo tipo de carne, y armamos una dieta mezzo ovo-lacto-vegetariana, mezzo macrobiótica. En realidad, tampoco estábamos siguiendo estrictamente sus recomendaciones, ya que comíamos huevos y quesos, que normalmente se cuajan con cuajo animal. Pero hacíamos lo que podíamos. (2)
Luego de varios viajes a India para disfrutar –la palabra queda corta– de sus darshan (Visión directa de una persona santa o divina quien otorga su gracia. Literalmente «respirar el mismo aire.»), empecé a pensar por mi cuenta, usando sus enseñanzas como un farol que ilumina el camino, camino que cada cual debe recorrer y construir paso a paso por sí mismo.

La vida nos pone en presencia de personas que nos educan sin quererlo, y está en nosotros el estar atentos a lo que nos aparece. Y apareció Ernesto Flores, con una austera publicación del CENECOS, donde explicaba con entusiasmo y experiencia los fundamentos de la agricultura orgánica. Nos hicimos amigos, y hoy, muchos años después de su partida, lo sigo recordando con afecto entrañable. (3) Sin proponérselo, me abrió los ojos a que la práctica de Ahimsa no es solamente dejar de comer carne porque los animales sufren al ser sacrificados. Ahimsa debe ser aplicada en todos los órdenes de la vida. No basta meditar ocho horas por día tratando de unirnos con el Universo Infinito o con la Forma Divina que más nos atraiga; todo está mucho más cerca. Pero no por ello es más fácil, ya que implica tomar partido, conciencia; no para dar batalla con las mismas armas a los que nos agreden – ya que sería más de lo mismo – si no aplicando en nuestro diario quehacer aquello que creemos correcto. Pero teniendo en claro que querer transformar al ‘otro’ es querer manipularlo.

Lo único que transforma al ‘otro’ es el ejemplo, no los discursos, las arengas, las planillas con miles de datos que confirman estadísticamente lo que proponemos como ‘La Verdad’. En primer lugar, porque no hay ‘otro’; es ni más ni menos que un reflejo nuestro. Tanto en lo que nos atrae como en lo que nos rechaza. Además, La Verdad última no puede ser aprehendida por el hombre, y todas son verdades parciales, aún las que nos puedan parecer más absurdas para alguien, es su verdad.

La violencia es manipulación. Podemos lograr que el otro haga lo que queremos poniéndole un revólver en la cabeza, o manipulando sus sentimientos y emociones, condicionándolo de acuerdo a nuestros intereses. Lo primero está prohibido; lo segundo es aceptado sin mucho análisis. Esto es lo que se hace por medio de la publicidad y el marketing, por medio de sus socios putativos y necesarios, los medios, machacando hábilmente medias verdades y las más de las veces mentiras absolutas, que a fuerza de ser repetidas, quedan ancladas como verdades absolutas en nuestras débiles mentes, inactivas en aplicar nuestro discernimiento (viveka), por pereza; (es más fácil aceptar lo presentado en campañas donde nos identificamos con jóvenes felices que consumen todo aquello que los hace lucir así). Verdades como, por ejemplo, el pretendido salto cuántico en el mejoramiento de las tristes condiciones alimentarias de la mayoría de la humanidad, gracias a los logros de las investigaciones sobre los OGM, y su traducción en la universalización de la ‘nueva’ y ‘milagrosa’ agricultura, y sus maravillosos rindes, que permiten un crecimiento económico fenomenal de los productores, los ingresos por exportaciones de los mismos, y la multiplicación de las toneladas, que aparentemente ayudarían a alimentar millones o billones de hambrientos.

Esta comida, aunque sea aparentemente sátvica (sattva: bondad, pureza, armonía, lucidez, pureza, armonía, lucidez, verdad, realidad, equilibrio), es sin dudas rajásica (rajas: pasión, anhelo, actividad, lucha, inquietud, afán, dolor) por la energía que la genera, que la produce, ya que el único motivador es el lucro y la codicia. Cuando la energía es adhármica, el producido no puede jamás ser dhármico (dharma: La norma o ley cósmica, el «Gran Orden»; El Dharma del hombre es ‘‘Rectitud’’ que implica armonía entre pensamiento, palabra y acción; su significado literal es ‘aquello que mantiene unido o ligado’ y es por lo tanto la base de todo orden, sea éste social o moral. Como un valor ético o moral es el valor instrumental que conduce a la liberación).

Y aquí es donde comienzan a unirse varios de los aspectos referentes al vegetarianismo.

 

Aspecto Compasivo

Es innegable que ingerir partes de un animal arriado con picanas, y transportado en esos camiones que vemos en las rutas ya sin prestarles demasiada atención, con una crueldad-insensibilidad inaudita, seres que sienten en todo momento un sufrimiento y una angustia exactamente iguales a las de un ser humano, lo que no es muy humano. ¿O acaso el chillido de un cerdo al ser degollado, o el desesperado mugido de una vaca al ser casi simultáneamente matada de una mazazo y levantada todavía viva con un gancho atravesando su garrón, o la mirada aterrada y muda de un pescado asfixiándose (técnicamente, ahogándose) sobre el muelle o la cubierta de un barco pesquero, son distintos a los alaridos de un hombre, mujer o un niño sufriendo al ser asesinados?
Sí, hay estudios sobre lo que sienten las plantas, y también los hay sobre lo que perciben los animales. Simplemente no se hacen públicos. Ni nos queremos enterar. Pero no cabe duda de que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad que visite un matadero en actividad, muy probablemente no comerá más carne en su vida. Ni hablar de los niños, si fueran llevados a ver cómo y donde se originan las milanesas, chickenitos, salchichitas et al, ‘tan ricos’(4).

 

Aspecto Espiritual

Todos aquellos que aspiramos a un desarrollo espiritual, escuchemos lo que nos dice Sai Baba al respecto: “bien se dice que la comida que ingerimos determina nuestros pensamientos. ¡Cuan pecaminoso es alimentarse de animales, seres que son sostenidos por los mismo cinco elementos que los humanos! Esto lleva a tendencias demoníacas, amén de pecar infligiendo crueldad a los animales.”
Los médicos se preocupan por el cuerpo físico, prestando poca atención a la forma sutil de la mente. La Vedanta (parte final del Veda; “conocimiento completo del Veda”) establece que la mente es la causa de la liberación y de las ataduras del ser humano. Esto significa que la mente debe ser usada adecuadamente y tornarse hacia Dios. Asimismo, la mente es la responsable de la salud o la enfermedad.”

 

Aspecto Económico

Pero para los que miden todo en términos económicos óptica perfectamente válida, tan respetable como la religiosa o la filosófica, ya que todas giran alrededor del ser humano y sus problemáticas, resulta asombroso el no querer unir datos que están a la vista. Demos un ejemplo actual y sencillo: nuestro país está logrando un fenomenal ingreso de divisas por la exportación de la soja, desde ya, transgénica. Pero hay un dato que nadie se molesta en verificar: la ‘maravilla proteica vegetal’ se usa para alimentar ganado, no seres humanos. O sea que el reemplazo de carne animal por ‘carne’ vegetal, es una falsedad. Es más, la soja cuyas semillas importamos no es apta para consumo humano en los EEUU. Resultado: un círculo perverso, donde la carne no solamente sigue sin ser reemplazada por una proteína vegetal barata en la dieta de los hambrientos, si no que además ésta arruinará en pocos años, indefectiblemente, las tierras cuyos felices propietarios sólo saben mirar sus inmediatos beneficios, sin querer darse cuenta que sus parcelas quedarán yermas, y sus napas absolutamente polucionadas (debido a los fertilizantes y herbicidas necesarios para el rinde prometido por los proveedores de esas semillas), amén de vaciadas.

 

Aspecto de Salud

Desde este enfoque, es ya abiertamente aceptado que el consumo de carne es perjudicial. Pero cuan difícil es dejar de aceptar aquellas ‘verdades’ internalizadas como por ejemplo, que nos da más resistencia, más fuerza, más vigor. Lo opuesto es lo real: la dificultad del ser humano para digerirla, por su contextura dental e intestinal en particular, hace que nos haga sentir más pesados, nos quite energía desviándola al proceso de digestión, y nos llena de restos pútridos que no terminan de ser excretados, generando una constipación mas o menos permanente. Por otra parte, no hay más que ver la relación directa entre consumo de carne y afecciones del sistema digestivo, por ejemplo, cáncer de colon.
En resumen, debemos elegir entre ser cómplices, ‘ignorantes a sabiendas’ de aquello que nos afecta directamente, en lo físico, lo espiritual y lo mental, e indirectamente en lo social y económico. O tomar la determinación de ser un poco más respetuosos con nosotros mismos y con la naturaleza.

(1) Para Carl Jung, la sincronicidad (término acuñado por él en 1930, y que define como «coincidencia con significado para la persona que la vive») era una ley universal cuyo fin no es otro que el de orientarnos hacia un crecimiento evolutivo de la conciencia.

(2) Veinticinco años más tarde, tanto yo como mis hijos- ya grandes- y mis nietos, son vegetarianos.

(3) Y hoy me encuentro con personas maravillosas que también lo conocieron y devienen mis amigos, mis cómplices en esta nueva visión de una Tierra más pura, más limpia y más amorosa. Y debo aclarar que la mayoría no son vegetarianos.

(4) Esto es también válido para los que hurgamos las etiquetas tratando de enterarnos que es lo que da tan rico gusto a las gaseosas, los jugos, las leches ‘fortificadas’ para el adecuado desarrollo físico y mental de nuestros hijos (¡¿?!), los alimentos para bebés, las salsas envasadas, las galletitas, etc., hasta las que aclaran: “Sin productos de origen animal”.

Por Ricardo Benadon

Sobre el autor:
Marchand (Galería Guernica) en 1962/3 (época del Di Tella), empresario, dueño de un banco, una joyería en Washinton DC, una Clinica Modelo y otras empresas, hasta que a los 45 años, hace ya 21 años, decidió dejar ese mundo que le daba un pasar más que cómodo, pero le resultaba totalmente vacío y falto de sentido. Se dedicó a esculpir, escribir, pintar. En 1986 conoce a Sai Baba, y su visión del mundo comienza a entrar en foco. A lo largo de los años, se compromete con la causa ecológica, vegetariana y orgánica. Tradujo varios artículos del Inglés y Francés sobre esos temas. Colaboró desde el puesto de Secretario en la Fundación Sri Sathya Sai Baba de la Argentina. Formó parte del Programa de Diálogo Intercultural de la UBA, y de los encuentros Interreligiosos que se llevaban a cabo en la Iglesia de Nuestra Señora de la Rábida. Actualmente trabaja en un diccionario Sánscrito– Español, basado en la compilación de otros existentes en español, Inglés y Francés, así como en glosarios de cosmovisiones de diversas doctrinas Hinduístas y Budistas. Alterna su estadía entre Buenos Aires y Traslasierra, Córdoba.

Publicado en la Revista El Vegetariano Vegano Nº 22

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